Desde el momento en que descubres y anuncias un embarazo, lo más común es llenarse de repente de recomendaciones provenientes de las personas más allegadas. Estas pueden incluir experiencias previas, sobre qué hacer y qué no hacer, y, más frecuentemente sobre qué cosas comer, y qué cosas no comer.
Si bien, muchas de estas recomendaciones pueden tener un trasfondo histórico o vivencial, muchas veces es frustrante discriminar, cuales son en realidad buenas y cuáles no, puesto a que, en muchos casos, aunque los consejos son bien intencionados, pueden causar más daños que beneficios:
Aquí te presentamos algunos mitos y las realidades que se esconden detrás de ellos:
Mito: “Come más, ahora estás comiendo por dos personas”
Realidad: ¡Detente! Baja lentamente esa segunda orden de tacos. Si bien, es cierto que en este momento se está formando otro cuerpo en tu interior, la realidad es que este otro ser solamente pesa unos cuantos gramos.
Tu cuerpo solamente necesita unas trescientas calorías extra durante el embarazo, las cuales puedes obtener comiendo una pechuga de pollo sin la piel.
Mito: “Si comes sal vas a retener líquidos”
Realidad: La sal, de hecho, es un nutriente esencial, incluso cuando estás embarazada, y no debería ser completamente retirada de la dieta, no para evitar “hinchazón”, al menos. Un poco de retención de líquidos es normal durante el embarazo, y, si esto se presenta de forma habitual y continúa, debería evaluarse la dieta en general, para determinar que exista un adecuado consumo de agua y proteínas. De igual forma, el tiempo de reposo también tiene que tomarse en cuenta.
El sodio es un electrolito, uno de varios minerales que el cuerpo requiere para regular los fluidos. Tiene importancia también en la regulación del equilibrio ácido-base y regulación de la presión arterial.
Durante el embarazo, el metabolismo del sodio puede verse alterado por la actividad hormonal, y, como resultado, los requerimientos de sodio pueden llegar a aumentar en algunos casos.
Sin embargo, estos requerimientos suelen suplirse de manera adecuada con la dieta diaria, por lo que, a menos que haya una recomendación médica, los cambios en el consumo de sal no deberían modificarse.
Mito: ¡No te muevas!
Realidad: Si bien, hace años los médicos solían aconsejar a sus pacientes embarazadas el mantenerse en reposo durante las 40 semanas del embarazo, actualmente sabemos que la actividad física durante el período de gestación puede ayudar a aliviar algunos síntomas y malestares asociados a los cambios hormonales
Puede mejorar el manejo del estrés, e incluso, disminuir el riesgo de presentar diabetes gestacional. En algunos casos, puede ayudar a disminuir el tiempo de labor de parto, y, si se continúa durante el puerperio, perder el peso ganado por el embarazo.
Sin embargo, cada cuerpo es diferente, por lo que, aunque la actividad física está recomendada, deberás consultar con tu médico antes de realizar alguna actividad extenuante, o algún deporte de contacto, porque estos podrían llegar a ser contraproducentes.
Mito: “Necesitas calcio extra durante el embarazo”.
Realidad: De hecho, la cantidad de calcio que necesitas durante el embarazo y la lactancia, es la misma que cuando no estás embarazada: 1000 mg al día.
De hecho, durante las primeras etapas del embarazo, la absorción de calcio intestinal aumenta y la excreción renal disminuye. Sin embargo, esto no debe confundirse con alguna deficiencia de calcio que exista antes del embarazo, en cuyo caso los suplementos deberán considerarse únicamente si este no se ingiere adecuadamente en la dieta.
Si llegas a necesitarlo, probablemente tu médico pueda recomendarte un multivitamínico que incluya ácido fólico, calcio, y vitamina D.
Mito: Una dieta sin grasas puede evitar que aumentes de peso.
Realidad: La grasa es esencial para el metabolismo de algunas vitaminas, por lo que de hecho las grasas no son el enemigo.
Aunque las dietas con restricción calórica pueden evitar que se aumente de peso, las grasas no son más culpables que las proteínas o los carbohidratos del aumento de peso.
El problema no es el hecho de que las comas, sino la cantidad en la que se come. Mucha comida de cualquier tipo, terminará acumulada como grasa en el organismo.
Las dietas bajas en grasa, durante el embarazo, pueden ser dañinas, porque muchos de los alimentos considerados “grasosos” son también fuentes buenas de proteínas, tales como los huevos, la carne y el queso. Lo ideal es que el consumo de grasas contribuya al 30% de la ingesta calórica diaria.
En todos los casos previamente mencionados, lo ideal es siempre consultar con tu médico antes de realizar algún cambio importante en tu alimentación, para recibir una asesoría adecuada, y evitar complicaciones.
Recuerda que tener hábitos saludables durante el embarazo se verán reflejados en una mejor salud para ti y tu bebé.
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